miércoles, 29 de julio de 2020

Repugnancia

    Me repugna la estupidez. Me dan arcadas sólo de pensar en imaginarme a estúpidos. Es curioso, porque sólo los seres humanos son capaces de producir en mí tal asco. La injusticia de la naturaleza me inspira una sensación de lángila aceptación. Pero la injusticia de la humanidad me produce la repugnancia más vomitiva. Porque la injusticia humana se puede evitar y la natural no. Los humanos supuestamente poseen racionalidad de pensamiento y además están dotados de sentimientos empáticos y, sin embargo, se vuelven criaturas estúpidas, egoístas, viles, maquiavélicas y, en resumen, repugnantes. 

    Los verdaderamente asquerosos no tienen porqué ser los que comenten los crímenes más atroces, pues muchas de estas personas simplemente están enfermas. Los verdaderamente asquerosos son los que no lo están y, de estos, su estupidez no siempre se manifiesta como un crimen atroz. Puede ser una simple forma de ser, un penoso intento de vejar a otros seres humanos, un comportamiento estúpido sin más, de los que no son denunciables pero incitan a la repugnancia por parte de los que tenemos un poco de cerebro.

    Soy alérgica a esta clase de estupidez humana. Me hierve la sangre, se me hinchan las venas, se me retuercen los músculos. Me salen sarpullidos que explotan, como pequeños volcanes de sangre roja ardiente. Me dan arcadas en lo más profundo del estómago y me hace vomitar hasta que no queda líquido más que expulsar. Me quema el cerebro, me cortocircuita las sinapsis neuronales. Me destruye de una forma grotesca, asquerosa y repulsiva. Y todo ese amasijo de huesos, carne, sangre y fluidos da lugar a un hedor que hace que los estúpidos se envenenen con él.



domingo, 19 de julio de 2020

Palabras Vacías

    "I was never a very sociable fellow, Watson, always rather fond of moping in my rooms and working out my own little methods of thought" Sherlock Holmes in The Adventure of the Gloria Scott by Sir Arthur Conan Doyle, 1893.

    Creo que es una descripción bastante precisa de la introversión. Por supuesto, yo me veo bastante reflejada en esa frase, sobre todo en mi tierna infancia. Aunque puede que fuera porque no había encontrado todavía a la gente correcta. No había encontrado a mis Watsons, por así decirlo. 
    
    En este post vengo a reflexionar sobre una de las consecuencias que me ha producido este rasgo de personalidad, ya que, como introvertida, mi forma de ver el mundo y las relaciones interpersonales son la razón de un problema del que no era consciente hasta hace poco: el choque en una relación con extrovertidos. En contexto, yo siempre he congeniado con personas o pequeños grupos de personas a los que les daba importancia y me gustaba considerar mis amigos, y también con algunas personas sueltas con las que no tengo una relación tan profunda pero a las que valoro y atiendo cada cierto tiempo, es decir, colegas.

    Tener pocos amigos y colegas y darles la importancia que creo que se merecen es lo que me generó la falsa impresión de que la gente le da valor a sus palabras y acciones. Básicamente, el problema es que desarrollé la certeza de que la gente era como yo, porque pensaba que era lo normal y básico, y estaba acostumbrada a estar con mis pequeños grupos de gente mayormente introvertida que efectivamente tendía a actuar como yo. Por tanto, cuando tuve relaciones más profundas con amigos y colegas extrovertidos a los que di cierta importancia, pensaba que se tomaban en serio la clase de relación que teníamos. Me asombró descubrir que no, que sus palabras están vacías y sus intenciones se pueden reducir a utilizarte para no estar solos. A ti y a cientos de personas más. Casi me pone enferma.

    Nunca me había puesto a reflexionar sobre los extrovertidos hasta ese momento en el que me metí en relaciones más profundas con ellos y conocí superficialmente a más de su calaña. Normalmente veía gente de ese estilo pero ni les daba importancia porque directamente los catalogaba como gente idiota de la que pasar, así que no me ponía a analizar que muchas de sus estupideces pudieran deberse a ser extrovertidos. Por lo que no me di cuenta de que existían personas que no parecían idiotas pero resultaron serlo debido a sus características de extremada extroversión que les llevaban a decirme palabras vacías que yo me creí. Esas personas fueron mi gran sorpresa y decepción. 

    De todas formas, me gusta pensar que no todos los extrovertidos son totalmente idiotas, sino que hay algunos que son capaces de desarrollar amistades profundas, sólo que tienen la necesidad de tener varios grupos de amigos y planes continuos. Pese a vivir en un mundo de extrovertidos, la verdad es que considero el ser muy extrovertido una flaqueza más que una fortaleza. Se llevan más decepciones y pueden dar demasiada importancia a relaciones vacías porque, para ellos, incluso lo más vacío puede tener significado a veces. Además de que, por supuesto, me parece penoso no ser capaz de estar solo. 

    Así que, ahora que soy consciente de todo esto, tengo más cuidado con creer en las palabras vacías. Aunque no parezcan idiotas, no confío en la gente que me cuenta confidencias muy rápidamente o finge un interés desproporcionado en mí, porque, como extrovertidos, probablemente lo hacen con todo el mundo para generar rápidamente una relación de confianza y así ganar más "amigos", y no porque yo sea especial. Incluso he descubierto que los comportamientos extraños de algunas personas que llevaba años valorando puede que sean debido a su extroversión. Y que tal vez las estaba valorando más de lo que debía...

  

Don't fight my tears...

    ... cause they feel so good. 
    
    Estoy atrapada en un bucle infinito que lleva repitiéndose tres años. Me asombra la precisión de sus ciclos. Es tan regular como un ritmo circadiano. De hecho, es más regular que mi horario de sueño y vigilia. Curioso como pueda ser en su análisis, ya tengo claro el funcionamiento del bucle: sus porqués y cada uno de los engranajes que lo hacen funcionar. Incluso me atrevería a decir que lo tengo asumido. Durante los dos primeros años lo entendía pero no lo asumía; ahora sí. 
    
    Una vez comprendido y asimilado, debería perder interés en él. Sin embargo, me digo que podría vivir en él toda la vida y me parecería bien. Lo que me asusta es que deje de ocurrir. ¡Qué extraño! Pero eso es lo que quiero. Quiero hundirme en la miseria y no salir de ahí nunca. Que este dolor con picos regulares de adrenalina y felicidad falsa se repitan para siempre. Eso lleva a otro problema: nada me asegura que el bucle vaya a seguir el resto de mi vida. Ni que vaya a seguir ni que sus ciclos vayan a ser tan regulares como en los últimos tres años. ¿Qué haré entonces? ¿Cómo lo asumiré? No lo sé. Creo que estoy jodida y no hay esperanza ninguna de salvarme. 

   Pero, de momento, me alegro de seguir viviendo en esta tristeza continua de espera a mi pico de felicidad falsa que, si todo va bien, vendrá en 2021. Después de todo, estoy acostumbrada a esperar mucho para ser recompensada con poco. Gracias Detective Conan por tanto.

Sencillez y aturdimiento

    He conseguido la felicidad de lo mundano. Terminar de trabajar y tomarme una coca-cola me llena de inmensa felicidad; me siento en mi má...